ESCRITORES DE PIURA

ESCRITORES DE PIURA

INTRODUCCIÓN

ESCRITORES INVITADOS

OPINAN

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Fotografía-retrato que

representa la auténtica

imagen del semblante de

Carlos Augusto Salaverry

(Cortesía:

Miguel A. Seminario O.)

 

Felipe Santiago Salaverry,

padre de Carlos Augusto

CARLOS AUGUSTO SALAVERRY

El sargento mayor Felipe Santiago Salaverry se encontraba cumpliendo una misión en Piura, por encargo de su superior, el general La Mar. Por esos días concurría al sitio de la  La Solana, hoy jurisdicción de Lancones, donde conoce a la dama doña Vicenta Ramírez, hija de acaudalados hacendados, iniciándose un apasionado romance, que terminaría en un embarazo, tal vez no deseado. Pero la situación política obliga al joven soldado a emigrar, dejando abandonada a su joven amante, tal vez con la promesa de regresar. En 1831, Gamarra lo nombra subprefecto de Tacna y allá se casó, en julio de 1832, con doña Juana Pérez, quién estuvo a su lado en todo momento.

Pero meses antes, probablemente en La Solana (Lancones), doña Vicenta Ramírez, el 4 de diciembre de 1830 alumbra un niño, bautizado con el nombre de Carlos Avelino, según  la ficha de inscripción del libro 13, folio 127 de la provincia de San Miguel de Piura:

Año del Señor de mil ochocientos treinta, en dieciocho de diciembre: Yo Don Miguel de la Cruz León ex licencia bauticé, puse óleo y crisma a Carlos Avelino, párvulo de quince días de nacido, hijo natural de don Felipe Santiago Salaverry y de Doña Vicenta Ramírez; fueron sus padrinos don Pablo Seminario y Doña Paula Godos, a quienes advertí su obligación y espiritual parentesco, y para que conste lo firmo.­ Miguel León y Cruz.

En realidad, los datos que solían considerarse en las inscripciones bautismales no eran precisos y eso se ha podido apreciar en documentos bautismales de muy importantes personajes, entre los que se incluye a don Miguel Grau

Se ignora porque después el poeta fue conocido como Carlos Augusto. Lo cierto es que doña Vicenta regresó a La Solana con su hijo, hasta que en 1834 fue prácticamente arrancado del seno materno para ser enviado a Lima por su padre Felipe Santiago Salaverry, para entregarlo al cuidado de doña Juana Pérez de Infantas. Felipe S. Salaverry fue fusilado el 18 de febrero de 1836, quedando la viuda en completo abandono, perseguida, por lo que tuvo que huir a Chile, llevando consigo a su hijo Felipe y a Carlos Augusto. Luego, retornan al Perú con la protección de Agustín Gamara y Ramón Castilla, que logran conseguirle una pensión en reconocimiento por los servicios prestados por el general Salaverry.

La educación de Carlos A. Salaverry fue muy precaria. Pero su vocación y esfuerzo le impulsaron a profundizarse en los conocimientos de su tiempo. Ricardo Palma escribe: “la educación de Salaverry fue descuidada, pero tenía un amor profundo al estudio y sentía con frecuencia la necesidad de desahogar su espíritu en esa música de palabras que se llama poesía...”

Al cabo de un tiempo, el general Castilla lo hizo ingresar al cuartel, donde inició su carrera militar que lo llevaría a ser coronel del ejército peruano. Aquí en sus horas de guardia y descanso se inicia en el mundo de la poesía, cuando su amigo y compañero de armas, el poeta Trinidad Fernández reconoce la calidad de los poemas de Carlos, publicándole unos versos en “El Heraldo”, logrando críticas favorables 

En cuanto a su trayectoria militar política, se puede anotar que en 1853 era teniente. En 1855 era capitán cuando el coronel Manuel Ignacio Prado se sublevó en 1865 en Arequípa contra el tratado Vivanco Pareja, contó con la adhesión del sargento mayor Carlos Augusto Salaverry, el cual participó el año siguiente en el combate "Dos de Mayo" luego secundó a Balta contra el coronel Prado en la rebelión de Chiclayo. En 1867 y en 1869 es nombrado secretario de legación lo que le permitió recorrer Estados Unidos, Inglaterra, Francia e Italia su residencia habitual fue París y ahí estaba cuando el presidente Manuel Pardo suprime el cargo y Carlos Augusto quedo en 1872 en la ciudad luz sin medios de subsistencia. Sin embargo continuaba en Francia en medio de la miseria queriendo en ciertos momentos suicidarse; hasta que en 1878 retorna al Perú. Al estallar la guerra con Chile secundó al presidente Garcia Calderón en 1881, pero en 1883 retorna a Paris en donde contrae matrimonio con Ismena. Es una etapa feliz pero breve de su vida. Recorre Italia, Suiza y Alemania. Eso era en 1885 y casi al terminó del viaje aparecen los síntomas de la parálisis que seis años más tarde lo llevaría a la tumba.

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Mausoleo ubicado en el cementerio "San José" de Sullana, construido por el escultor Luis Agurto Olaya, donde reposan los restos de Carlos Augusto Salaverry

 

SU FUENTE DE INSPIRACIÓN

Dos mujeres constituyen fuente inagotable de inspiración para sus mejores versos. Ellas fueron Mercedes Felices e Ismena Torres. Con la primera se casó pero ella lo traicionó dejando en su alma un sello perpetuo de amargura.

Posteriormente el poeta se enamoró perdidamente de Ismena Torres pero como era lógico suponer los padres de ésta se opusieron a toda relación y enviaron a su hija a Europa.

La separación afectó grandemente al sensible espiritu del poeta.

Cuando los años ya habían pasado y su vida declinaba, habiendo logrado la separación definitiva de Mercedes Felíces, se casa finalmente con Ismena en París, pero de inmediato aparecen los síntomas de la parálisis que años más tarde terminarían por llevarlo a la tumba.

Ismena Torres una de las más grandes obsesiones de su vida, y que sin duda fue una fuente constante de versos llenos de pasión y felices unos y con una profunda dosis de amargura otros, le inspiró el siguiente soneto:

 

A UN RETRATO

 

¡Sombra inmóvil! Te miro a todas horas;

y nunca a verme tu semblante giras;

cuando suspiro yo, tu no suspiras

cuando mis penas lloro, tú no lloras!

 

A veces, con las galas seductoras

de pureza y candor, mi musa inspiras;

más luego, al contemplar que no me miras,

rompo la cuerdas de laúd sonoras!

 

Si amor que nada pide, nada espera,

hacer pudiese a tu virtud agravios,

perdón pidiera a tu beldad, de hinojos;

 

y cuando esta ilusión conmigo muere,

tendré un suspiro de tus dulces labios

o alguna perla de tus bellos ojos!

 

 

Minado su cuerpo por una parálisis aguda, lentamente se extingue su existencia, falleciendo el 9 de abril de 1891 en París. Sus restos fueron repatriados en 1964 reposando en el cementerio “San José” de Sullana, donde el escultor Agurto, por encargo del diputado Luis Carnero Checa, construyó un mausoleo, donde se lee el siguiente cuarteto:

 

Yo quiero que murmuren mis cantares

sobre mi tumba un lánguido rumor,

como deja en el seno de los mares,

su murmullo la ola que pasó

 

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Imágenes de París, en la década de 1870, cuando Salaverry vivía en esa ciudad:

 

 

 

 

SU OBRA LITERARIA

Salaverry incursionó en el teatro con el drama  "Arturo", “El pueblo y el tesoro”, y a ella siguió "Atahualpa" en 1854. Luego “Abel o el pescador americano” y “El bello ideal” que es una pieza de cinco actos en verso (Lima 1857); En 1859 "La escuela de las limeñas". “El amor y el oro” (1861); otras piezas teatrales fueron “Los ladrones de alto rango”, “El amor y el odio”, “El hombre del siglo XX”, “El virrey y su favorita”, “Sueños del corazón”, “El pueblo y el tirano” y “Gigantes y pigmeos”. Salaverry entonces sólo tenía 24 años.

Sus obras poéticas se refieren principalmente a tres libros aun cuando tuvo una gran cantidad de versos publicados en revistas y periódicos de la época. "Diamantes y perlas" fue editado en Lima en 1869 y "Albores y destellos" en Paris en 1871. En la misma ciudad "Cartas a un ángel". Y en el ocaso de su vida escribiría el inmortal poema “Los misterios de la tumba”, editada en Lima en 1883.

 

 

 

En 1964 fueron repatriados los restos del poeta Salaverry.

La foto corresponde al traslado del féretro, por la calle San Martín,

a su última morada en el cementerio san José de Sullana

(Foto cortesía, don Manuel Chinchay Curay)

 

 

Plaza de los Educadores, ubicada frente al frontis del C.N. "Salaverry" en Sullana. En la cúspide del monumento se encuentra un busto en homenaje al insigne poeta.

 

 

 

 

 

Plaza Lancones, ubicada en el pueblo del mismo nombre. Al centro hay un monumento en homenaje al poeta, con un busto que representa su imagen

 

ACUÉRDATE DE MI

 

 ¡Oh!, cuanto tiempo silenciosa el alma

mira en redor su soledad que aumenta

como un péndulo inmóvil, ya no cuenta

las horas que se van,

ni siente los minutos cadenciosos

al golpe igual del corazón que adora,

aspirando de la magia embriagadora

de tu amoroso afán!

 

Ya no late, ni siente, ni aún respira

petrificada el alma allá en lo interno:

tu cifra en mármol con buril eterno

queda grabada en mí!

Ni hay queja al labio ni a los ojos llanto;

muerto para el amor y la ventura,

está en tu corazón mi sepultura

y el cadáver aquí!

 

 En este corazón ya enmudecido

cual la ruina de un templo silencioso,

vacío, abandonado, pavoroso,

sin luz y sin rumor;

embalsamadas ondas de armonía

elévanse un tiempo en sus altares,

y  vibraban melódicos cantares

los ecos de tu amor.

 

¡Parece ayer!... de nuestros labios mudos

el suspiro de ¡Adiós! Volado al cielo

y escondías la faz en tu pañuelo

para mejor llorar¡

Hoy ...nos apartan los profundos senos

de dos inmensidades que has querido,

es más triste y más hondo el de tu olvido

que el abismo del mar!

 

Pero, ¿qué es este mar? ¿qué es el espacio?

¿qué la distancia, ni los altos montes?

¿Ni qué son esos turbios horizontes

que miro desde aquí;

si a través del espacio y de las cumbres,

de ese ancho mar y de ese firmamento,

vuela por el azul mi pensamiento

y vive junto a ti?

 

 Si yo tus alas invisibles veo,

te llevo dentro del alma, estás conmigo,

tu sombra soy, y adonde vas te sigo

de tus huellas en pos!

Y en vano intentan que mi nombre olvides;

nacieron nuestras almas enlazadas

y en el mismo crisol purificadas

por las manos de Dios!

 

Tú eres la misma aún: cual otros días

suspéndense tus brazos en mi cuello;

veo tu rostro apasionado y bello

mirarme y sonreír;

aspiro de tus labios el aliento

como el perfume de claveles rojos,

y brilla siempre en tus azules ojos,

mi sol, mi porvenir!

 

 Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido;

mi nombre está en la atmósfera, en la brisa,

y ocultas a través de tu sonrisa

lágrimas de dolor;

pues mi  recuerdo tu memoria asalta;

y a pesar tuyo por mi amor suspiras,

y hasta el ambiente mismo que respiras

te repite ¡mi amor!

 

¡Oh! cuando vea en la desierta playa,

con mi tristeza y mi dolor a solas

el vaivén incesante de las olas

me acordaré de ti!

Cuando veas que un ave solitaria

cruza el espacio en moribundo vuelo

buscando un nido entre el mar y el cielo

¡acuérdate de mí!

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DIAMANTES Y PERLAS

 

He aquí, lector, la diminuta llave

que guarda de mis joyas el tesoro;

privanme la modestia y el decoro

de que yo te las muestre y las alabe.

 

Quizás tu lente, escrutador, acabe

por no hallar en mi cofre perlas ni oro

si tal descubres, por tu honor imploro

que no lo digas a quien no lo sabe.


Si no hallas en mis versos poesía,

ni estilo, ni metáforas brillantes,

mis páginas arroja sin leerlas.

 

Que otro lector, acaso, encontraría

en los tipos de imprenta -  los diamantes,

y en mis vacías páginas -  las perlas.

 

 

El héroe de Angamos, don  Miguel Grau Seminario.

 

GRAU

 

''Asciende hasta la historia, -le decía-

con nuevos lauros, tu nombre sella;

 menos confiado en tu propia estrella

que en tu alma de inmutable valentía”

 

A mi prosodia el h6roe respondía:

"Morir por nuestra patria es muerte bella;

cambiar mi vida por un triunfo de élla

será -si Dios me escucha- hazaña mía”

 

¡En la insólita lid colmó el deseo

de honrar su patria y de trocar su vida

por la inmortalidad del mausoleo!

 

Salvó el honor, perdiendo la victoria

y pensó al ver su nave destruida:

quien no espere triunfar muera con gloria.

 

Cayendo en la marítima celada

sin un bajel que en su defensa acuda.

sus fuegos rompe, aunque del triunfo duda.

la coraza era el todo, el valor nada.

 

La armadura, cual vidrio quebrantada,

la tropa ve estallar de asombro muda;

pero en la lid, desmesurada y ruda,

la enseña del Perú persiste izada.

 

Sucumbe Grau! En evidente calma,

otro envidia su muerte y se resigna

a la gloriosa herencia de aquella alma!

 

De su heroísmo es víctima expiatoria;

llega a todos la inmortal consigna:

quien no espere triunfar, muera con gloria.

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